El silencio cómplice de la comunidad escolar, incluidos los profesores, y la familia agrava esta problemática.
Esto afirma el psiquiatra chileno Sergio Canals en su nuevo libro Si todo es bullying, nada es bullying.
"Si un alumno acusa, se revela a él mismo como acusador, revela al acosador, a todo el curso que sabía, al colegio que hizo la vista gorda. Para qué decir los profesores: si hay matoneo (bullying), los profesores lo saben", afirma.
¿Por qué los profesores no hacen nada?
Porque saben que no encontrarán apoyo institucional, una respuesta de parte del colegio. Un profesor que hace una denuncia puede dañar la imagen del colegio en el que trabaja, y poner en peligro su fuente de trabajo. En ese sentido, él mismo puede tratar de arreglar el problema en menor escala. Puede quedar en una posición compleja. Hay que romper con lo que llamamos 'silencio cómplice' porque están todos involucrados, desde el portero hasta la dirección del colegio y la familia.
¿Está de acuerdo con la expulsión de los agresores?
A mí no me gusta echar al niño acosador, porque si se busca el trastorno que sufre y que está perjudicando su desarrollo, y se trata, se le debe permitir seguir. Además, ese niño puede llegar a un colegio más riesgoso, y juntarse con otros más violentos.
¿Qué pasa con el agredido?
Queda desarraigado de su mundo, el mundo que él pensaba era amable, feliz, cariñoso, se vuelve ajeno, desconocido, agresivo. Se socava, entonces, su sentido de seguridad, confianza y esperanza en él mismo y en los demás. Pierde libertad para desarrollar su propio mundo y todas sus capacidades.
¿Cómo se reconocen?
Son niños sensibles, callados, inseguros y tienen una baja autoestima. El que sufre de matoneo siempre tiene un problema, por muy pequeño que sea: Por ejemplo, son demasiado maduros y no tienen los mismos intereses de otros de su edad, lo que los hace extraños frente a sus pares.
Los niños con déficit de atención muchas veces hacen matoneo porque son impulsivos, pero también pueden ser víctimas, porque molestan a los demás y la respuesta sobre ellos puede llegar a ser violenta y sistemática. También los alumnos nuevos están en riesgo. Por esta razón, no es bueno de por sí cambiar a un niño de colegio.
¿Cómo se puede prevenir?
Los profesores deberían tener identificados a quienes tienen riesgo de ser agredidos. Hay que trabajar con ellos, con los más tímidos. Por otro lado, tienen que focalizar a los niños agresivos y enfocarse con ellos en el control de la impulsividad, en su capacidad de ponerse en el lugar del otro, de sentir lo que el otro siente, para prevenir.
¿Cuándo hay que sacar a un hijo del colegio?
Cuando el niño dice que ya no soporta más. Él sabe, hay que escucharlo. Si se quiere ir, yo recomiendo que lo saquen, pero antes hay que evaluarlo porque puede tener un problema que no ha sido detectado y volver a sufrir matoneo en el otro colegio. Ahí existe otro problema: quien lo ha sufrido tiene más probabilidades de sufrirlo otra vez.
¿Cuándo deberían comenzar con los programas de prevención?
Desde el jardín infantil hasta noveno grado. El problema, para mí, es que la mayoría de los programas que se instauran en los colegios están centrados en la educación emocional y social, y dejan de lado la educación ética y moral, que es la que finalmente les enseña lo que es bueno y lo que es malo, los valores. Hoy se sabe que desde el primer año de vida comienzan a formar su mundo ético y moral. Cuando al niño se le dice "no le hagas daño" o "no hagas lo que no te gustaría que te hicieran", se le está educando y favoreciendo el desarrollo cognitivo moral de la voluntad y el control de sus comportamientos.
El perfil de los agresores
Los acosadores son niños con una fuerte necesidad de poder, de dominar a sus compañeros y salirse con la suya. Sienten cierta hostilidad hacia su entorno, buscan prestigio a través de la agresión, no tienen solidaridad frente a los victimizados, son desafiantes, agresivos frente a los padres, profesores y adultos; son más fuertes que los de su edad y, a veces realizan actos antisociales. Para Canals, a la luz de su experiencia clínica, para que asuman el papel de agresores "siempre se necesita una perturbación en su desarrollo cognitivo-afectivo-amoroso, en su desarrollo familiar-social y en su desarrollo moral que, además, tiene un sustrato biológico".
Programas preventivos
Canals asegura que el principal factor de riesgo es no tener un programa de prevención. Pero este debe ser parte de uno general contra la violencia, y contar con la participación completa de la comunidad escolar: educadores, alumnos y apoderados a la vez. Para poder realizar un plan preventivo, lo primero es reconocer el problema, romper el 'silencio cómplice', y darle un sentido de urgencia a la solución. Debería ser como un sello de calidad de los colegios. Así, los padres podrían evaluar el colegio donde van a meter a sus hijos según la existencia de este plan.
EL MERCURIO (CHILE)
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