domingo, 3 de octubre de 2010

Exigirles demasiado a los hijos puede causarles problemas de autoestima y desórdenes alimenticios

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Cuando un niño repite frases como "soy bruto" o "no puedo" y es ansioso, retraído, desobediente, depresivo o muestra desinterés por el estudio, hay que preguntarse: ¿generalmente es juzgado cuando se equivoca?, ¿lo reprenden si no cumple siempre con las expectativas de sus padres? Si la respuesta a alguno de estos interrogantes es sí, probablemente quienes lo cuidan le están exigiendo más allá de sus capacidades.
"La consecuencia más complicada de esa conducta es la baja autoestima, derivada del hecho de que la persona siente que no puede satisfacer a los demás o lograr lo que se espera de ella", explica Claudia Jiménez Chacón, psicóloga (especializada en infancia) de la Asociación Afecto.
Si, a pesar de esforzarse no logra satisfacer las demandas impuestas podría, incluso, comer en exceso o abstenerse de hacerlo. "La bulimia y la anorexia tienen que ver con la poca aceptación de sí mismo", sentencia Jiménez.
La intolerancia frente a su identidad y a su ritmo de aprendizaje lo hace sentir subestimado y, en consecuencia, más vulnerable a personas que buscarán engancharlo en conductas como el abuso del alcohol y las drogas mediante la falsa creencia de que en ese entorno será admitido tal como es y podrá relajarse.
Según Zandra Pedraza, del Departamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales de la Universidad de los Andes, buscar la perfección es un rasgo de la civilización humana, que ha acumulado conocimientos para transformar la naturaleza. "Eso nos hace pensar que podemos perfeccionar todo", dice. Esa creencia se trasladó a los hogares, donde muchas veces se exige demasiado por desconocimiento del mundo de los niños y de las características de sus etapas. "No es justo exigirle a un niño según los parámetros del adulto", concluye Chacón.
Usted está exigiendo más de la cuenta si...
Presiona a sus hijos para que realicen actividades de las que no disfrutan. Esta conducta tiene que ver con las frustraciones de los padres frente a su propia vida. Algunos adultos insisten, por ejemplo, en que sus hijos sean los mejores deportistas, dado que ellos siempre anhelaron serlo.
Les exige desmedidamente un alto rendimiento académico, valorando más los resultados que al niño mismo.
Les pide que controlen sus impulsos o dejen de expresar sentimientos porque piensa que son señal de grosería o pretende evitar que sus hijos sientan tristeza.
Los obliga a responder a determinadas exigencias sociales y a dejar de explorar.
Consejos para los papás
Hay que tener expectativas realistas frente a lo que el niño puede hacer. "Pretender que un niño de 5 años no llore nunca es irreal, aunque esto no significa que no se deban poner límites claros. El equilibrio está en dejar ser al otro, permitir que desarrolle libremente su personalidad y reforzar sus habilidades", explica la psicóloga infantil Paula Bernal.
No fijarse sólo en el desempeño del menor, sino proporcionarle momentos de gozo libres de expectativas. "Cuando un pequeño juega, disfruta del momento y no está pensando en el resultado final", comenta Bernal.
El diálogo es muy útil, pues le permite al pequeño hablar sobre sus problemas y le ayuda a resolverlos. "Por ejemplo, si estuvo solo en el recreo y se puso triste, no hay que presionarlo para que consiga amigos, sino indagar sus miedos y buscar soluciones", dice Bernal.
Si los padres se sienten ansiosos y les cuesta trabajo tolerar sus errores y los de sus hijos, la recomendación es buscar a un psicólogo.
Diana Bello Aristizábal
Redactora de ABC del Bebé

F  eltiempo.com

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