viernes, 30 de julio de 2010

La universidad en 1810

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Uno de los principales objetivos de los Estados modernos fue convertir la educación superior de sus ciudadanos en un derecho fundamental.

La mayoría de gobernantes en el mundo se dieron cuenta que este era un medio fundamental para alcanzar el desarrollo de sus pueblos y por lo tanto, una prioridad que debía ser garantizada y respetada. En nuestro país, la cifra de personas que no pueden tener este tipo de formación sigue siendo alta, ya que solo el 35,5 por ciento pueden inscribirse en algún programa técnico, tecnológico o profesional, según cifras del Ministerio de Educación Nacional.

Si este dato de cobertura lo preocupa, hace 200 años la situación educativa era mucho más difícil y el acceso a algún tipo de formación era muy complejo, por no decir imposible de conseguir.¿Quiénes podían estudiar? Con la independencia no se dieron grandes cambios y la educación continuó bajo la jurisdicción de la Iglesia, la cual empleaba el modelo escolástico desde la edad media, período en el cual se fundaron los primeros centros de enseñanza durante los siglos XVI y XVII, ellos fueron la Universidad Santo Tomás, el Colegio San Bartolomé y El Rosario, a los que solo podían acceder hombres y determinados grupos sociales.

"Para este período se exigía un certificado de limpieza de sangre, es decir que aquellos que aspiraran a estudiar debían tener antepasados españoles o europeos, no tener sangre de moros o judíos y nunca haber trabajado con las manos", explica Luis Enrique Nieto, secretario General de la Universidad del Rosario y profesor de la Facultad de Jurisprudencia, en historia del derecho colombiano.

Esta reglamentación duró mucho tiempo en modificarse, tanto así, que el cambio más sustancial fue el permiso especial para que los hijos de caciques indígenas pudieran estudiar, mientras que las mujeres seguían al margen (Ver formación para mujeres).

Un documento de la época registra el siguiente argumento en contra de aceptar estudiantes que carecían de las 'suficientes condiciones sociales': "intentar un absurdo tan temerario como el de recibir miembros de clases diferentes, no es otra cosa que preparar en los jóvenes un pernicioso espíritu de igualdad y subversión colocándoles juntos".

Los pocos hombres y familias que podían cumplir con estos requisitos y sortear este tipo de discusiones iniciaban su ciclo académico durante su adolescencia.

"A los 14 años se iniciaba la etapa formativa y los estudiantes solo podían escoger entre cuatro opciones: filosofía, teología, medicina y jurisprudencia, ya fuera civil o canónica", aclara Eduardo Corredor Díaz, docente e Investigador de la Universidad EAN.

Esta última carrera era la más demandada ya que las personas veían en ella, la posibilidad de acceder a puestos públicos o manejar aquellos asuntos que tenían que ver con la Iglesia, estamento que para ese momento manejaba casi todos los asuntos de la sociedad.

Lo que costaba estudiarDurante esta época los centros de instrucción funcionaban como claustros a los cuales llegaban jóvenes de las mejores familias del país y por lo tanto debían quedarse como internos.

"Con las reformas santanderinas, los 80 pesos que se pagaban se elevaron a 100 y los estudiantes tenían derecho a recibir un pan extra en las noches, el jueves un plato de postre y el viernes fruta", añade Eduardo Díaz de la EAN.

Formación para las mujeresDurante los primeros años de vida republicana a la mujer se le seguía otorgando un papel netamente doméstico, por lo que su rol fuera de estos aspectos de la vida estaba totalmente restringido. "Solo hasta 1830 se crea un colegio femenino, en el cual la enseñanza giraba en torno a temas de la economía del hogar, como el tejer o el cocinar.

Su formación académicamente hablando se limitaba a leer, escribir y contar, así como algunas palabras en francés, religión y principios morales", afirma Luis Enrique Nieto de la Universidad del Rosario. Con la creación de estas instituciones, fue que la mujer pudo finalmente ingresar a la universidad, aunque claro está, solo aquellas que cumplían el requisito de pertenecer a las mejores familias.

Como podemos ver muchas cosas han cambiado desde entonces, nuevas carreras se han abierto, la dependencia de la academia hacia el clero ya no es obligatoria, además de otra serie de elementos que hoy nos parecen disparatados pero que eran el pan diario de los primeros criollos.

Una de las principales metas para el tricentenario, es que educación superior en Colombia sea un derecho universal y por garantizado para todos los ciudadanos.

Andrés Quintero Palomino

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